Hodei Herreros – Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto
La vida tiene razón y la arquitectura se equivoca
Creía oportuno remontarme hasta el origen etimológico de “utopía”: palabra griega, que surge a partir del libro homónimo publicado por Tomás Moro en 1515. Incierto su prefijo, “ou” significa “no” y “eu” “bueno”. En cualquier caso, complementan a “topos” -lugar- y podemos interpretar esta ambivalencia como un escenario que resulta tanto idílico como imposible.
Para la exposición de Hodei Herreros Rodríguez, me parecía oportuno compararlo con Raphael Hythlodaeus, el explorador europeo de dicho libro que nos hace un recorrido con todo detalle por la modélica sociedad de Utopía, cuyos cimientos han sido levantados desde la razón.
Sin embargo, el artista le lleva ventaja a este explorador ficcional -concreción de la revolucionaria ética y moral del escritor del Siglo XVI-. Pasea por Casería de Montijo cuando el daño ya está hecho. Reproduce de forma satírica los manierismos de un urbanismo moderno que se ve sobrecargado por el incómodo objetivo de convertir las ciudades en monumentales obras de arte, creyendo que el orden surge de la repetición y no de la diversidad, frenando más que descuidando esta última.
¿Quién podría decirme para qué sirve ¿Quién hablará de nosotras cuando hayamos muerto??
A nivel funcional, lo mismo que lo que opina el GEA “La Corrala” del monumento en la Avenida de La Consitución a Lorca setenta años después de su fusilamiento: una excusa para monumentalizar y reforzar la “Marca Granada” en un bulevar que no resulta ser más que el techo de un aparcamiento donde, de milagro, árboles famélicos consiguen enraizar y dar protección y el uso de la bicicleta está restringido entre que comparte espacio con una duquesa y un militar.
Respecto al alcance, Hodei hace justicia porque se ríe de quienes se ríen de nosotras. Desmitifica lo que consideramos como abrigo -arquitectura y carne- para devolverlo a su estado real de constringencia. Si algún espectador entra inocentemente a esta exposición y se siente estafado, sea probablemente porque sufre de doble moral y se alegra por la amable ocurrencia de algún urbanista o arquitecto