Esther Sierra De Cardenas – Un corte de bisturí

Crema de plata

Carlos Cañadas

Quisiera poder escribir sobre este silencio violento, esta falsa sensación de calma, sin domesticarla ni traducirla. De todas formas, la propuesta que Esther nos ofrece en Un corte de bisturí no se presta, por su propia naturaleza, a una simple transcripción. Creación de constelaciones para evitar el nombre de la cosa: señalar el vacío restante entre las for- mas que la orbitan. Me cuenta el proyecto tomando un café —voy a necesitar otro café.

Desembarazándose, pero convirtiéndolo en objeto de otras miradas, lo que con- templamos supone un ejercicio de vulnerabilidad y poder. Un desdoblamiento, fragmenta- ción y purificación. Orfebrería cicatrizante. Crema de plata.

Fe de artista es buscar trascendencia a través de lo extremadamente material: Dolor de garganta —empiezo y pienso en la empatía, pienso en la apatía—. A través del dolor recordamos cómo es tener un cuerpo. ¿Tengo yo una garganta? Ahora lo sé, lo sé porque siento una presencia en ella. Divorcio de uno mismo y sus significados: penosa conquista de la verdad. Si lo familiar es aquello a lo que se le puede dar sentido. Qué es esto. La obra verdaderamente emancipadora sería esa cuyo gesto, imprevisto, ofrezca un espacio en el que no se tengan ya que encarnar más imágenes —sin-nombre—. Algo así es lo que entiendo al leer que «el juicio del cuerpo vale tanto como el del espíritu y el cuerpo retrocede ante la aniquilación. Cogemos la costumbre de vivir antes de adquirir la de pensar»1. Entonces, en este preciso momento, mantener una permanencia obstinada en ese vivir pre-cognitivo, post-aniquilación. Tiempo en el que el pasado y el futuro com- parten una existencia simultánea.

Acostumbrados a sentir la radiación lunar y habitar completamente en la sombra, nunca habíamos reparado en la luna. Si no es capaz de liberarnos completamente, al me- nos permítasenos conocer la potencialidad extrema de las formas, permítaseme quemar- me. Si la protección nos desprotege, optemos por un delirio anárquicamente tierno. Por su rechazo, necesario, del símbolo.

Poder tomar aliento tan solo con la yema de los dedos: elegancia. Comproba- ción fáctica del enmudecimiento como vía de escape. Cuando el texto nos sobrepasa, encontrar refugio en las formas: condensación, potencialidad, densidad extrema. En el cielo, lo sólido. En el suelo, vapor. Y por este camino, propiciar una manifestación de la inconsistencia en lo absolutamente macizo. Mirada enajenada. Perdida en las formas.

Gravedad. – De un modo general, lo que esperamos de los demás viene determi- nado por los efectos de la gravedad en nosotros mismos; lo que recibimos de ellos viene determinado por los efectos de la gravedad en ellos. (…) Todo cuanto deno- minamos bajeza constituye una manifestación de la gravedad. Simone Weil2.


1.- Albert Camus. El Mito de Sísifo. 1942.

2.- Simone Weil. La Gravedad y la Gracia. 1947.